
Siempre que me hablaron de Mónica, era indesligable etiquetarla como una historia local, arequipeña de principio a fín; tanto en el relato popular como en la película (el público tiene el plus de reconocer los escenarios en pantalla: el Club Internacional o la calle San Francisco) en esta aún pequeña ciudad puedes conocer a tal o cual actor secundario: el tipo de la barra, la gente en tal puerta o el tuno de aquella escena.